Son las 20,30 horas y todo está dispuesto. Las mesas y bancos en el Parque, las banderitas de fiesta colgadas entre árbol y árbol, los manjares en la mesa y la bebida en hielo. Huerto, Errantes y Pajaritos lo tienen todo controlado. Un goteo incesante de lo mejorcito de cada casa va aproximándose al huerto. Público hambriento de solidarizarse con causas justas e imperiosas.
Muchos de los que vienen son del barrio. Otras son de aquí y allá, que no se pierden el Picnic por nada. Hay quien ha venido desde Torrejón, andando y casi a ciegas. Incluso una pareja, embarazada, han llegado desde Ucrania. Y más difícil todavía, una chavala se ha cogido un autobús desde el mismísimo Seseña solo para gastarse los 10 euros que le ha dado su padre de paga.
Y los bigotes van moviéndose sin pausa. Gaznates que se llenan de ricos alimentos acompañados de cerveza para que aligere el paso. Un saxofón suelta, con calma y sin aparente fin, las notas que sopla su saxofonista. Un grillo acompaña desde una rama del árbol más alto. Aquí todo el que puede colabora.
No es que haga precisamente calor. Ni mucho menos. Está la noche como para ponerse una rebequita, como nos diría nuestra madre. El calor humano que se genera, entre conversación y conversación, puede con la frío viento que llega desde la sierra. Sí, desde el Huerto de La Cornisa se ve la sierra, la tenemos delante. Mira, está anocheciendo. Todo el cielo es rojo, como el alma de alguno.
Jopi va vendiendo tiques sin parar. Te lee el menú y te recomienda un plato según el color de tus ojos. Y no falla. La sabiduría la viene desde Jaén, esa tierra que se negaba a ser esclava con todos sus olivares. Rendirse jamás.
Elena te sirve un plato y otro por allá. Si os fijáis en sus pies no tocan el suelo. Levita. Sonríe. Levita y sonríe. Y tal cual cocina ella (Los trozos cuanto más pequeños, mejor). Cuando comes un poco de su ensaladilla también sonríes. Y levitas.
Si ves de lejos a los Pajaritos (Gabi, Tato, Diego y Caio) son como un ser de cuatro cabezas y ocho brazos. Se mueven casi al compás. Como un reloj de precisión. Un brazo te sirve un guacamole y el brazo de más allá te está poniendo el hummus, mientras, una voz hipnótica salida del cono sur, te saluda y te agradece que estés allí mismo. Amabilidad sin par.
El saxofón se ha callado. Hay que recoger. Una mesa por aquí, un banco por allá, me llevo los residuos para separarlos en su contenedor, acábate esta lata de cerveza que yo no puedo más, recoge esa colilla que has tirado al suelo, me llevo las sobras para comer mañana... En cuarto de hora todo es silencio de nuevo. Sólo se escucha la conversación del viento con las ramas del árbol más alto. El grillo se va también a dormir.
El miércoles 12 de julio volveremos de nuevo. Yo no me lo perdería... Porque ya sabéis, otro ocio es posible en el barrio, más allá de la cutrez, la suciedad, el ruido y el latineo.
Ñam, ñam, ñam, ñam |
IratisandMayas familys |
Hay que reponer fuerzas, si es que vienes desde Torrejón |
Sonríe y levita |
Quiero dos menús, una de rabas y dos claretes |
Cocina sincronizada |
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