Hola, soy Nacho,
Aprovecho que la ama-Nuria, con los tapones en los oídos, está guasapeando con el amo-Pablo para contaros el esperpéntico viaje que realizamos hace unos días a Asturias con una cuadrilla de amos-corniseros. Y es que están casi todos para que los encierren.
Resulta que se chupan 5 horas de carretera para ir a una finca en el pueblito de Miyares para trabajar de gratis. Bueno, de gratis no. A cambio de comida y alojamiento. Locos de atar, ya os digo. Pero lo peor de todo es que les ves trabajar como mulas y disfrutan. Vamos, que como oí decir a las lengunas más viperinas de mis amos-corniseros, curró hasta María. Y lo que dijo otro, más malo que un demonio, fue que por una vez Talma se puso los guantes para trabajar y no para hablar. Lo que escucháis. Algo insólito.
El caso es que Victoria y Alfonso, dos urbanitas muy majos, decidieron buscar una caseta de humano donde vivir y encontraron ese sitio en Asturias. Muy majos ellos. Pero más maja era la Hera. Una perrita pastora belga, con un carácter de aúpa que me robó el corazón. Y ya sabéis que a mí me gustan las perritas con personalidad subida. Lo malo fue que cuando íbamos a intimar, nuestros amos nos separaron porque no entendieron que nos gustan las relaciones hard. Tengo un problema de comunicación con mi ama, por si no lo sabíais.
Como os decía, mis amos-corniseros fueron a limpiar un terreno de zarzas y maleza. A mí me gustó el trabajo que hicieron pues así pude perseguir a topillos sin piedad. Ya sé que la ama-Nuria dice que eso va a estropear mi karma, pero como no sé lo que es eso y los topillos son tan graciosos, en fin.
El amo-Pablo y el amo-Floren y algún otro hacían un ruido infernal con una máquina destructiva que arrasaba con todo bicho vegetal. El resto no hacían más que ir y venir llevando zarzas, ramas, broza, cargando piedra, haciendo un muro... Superdivertidos los días en Asturias: El ama-Marta se machacaba el dedo con una piedra, el amo-Raúl se medio seccionaba otro con la sierra de podar, el amo-Manu cogía piedras de 300 kilos mientras hablaba por el móvil, el ama-Aida seccionaba como loca todo árbol que no fuera un pino... Menos mal que el ama-Nuria y el ama Esther bebían más cerveza todavía...Y digo yo, que tantos estudios y tan listos todos ellos para luego terminar así. Están como una regadera de esas que usan en el huerto.
Pero lo que Victoria y Alfonso no sabían que si estos trabajaban mucho, comían y bebían más. No sé la de botellas y bocadillos que puedieron meterse para el coleto. Qué barbaridad. Luego me dicen que estoy morcón, pero ya me gustaría verlos a ellos que cuerpo les quedaría llevando una vida de perro.
Y hay que hablar de lo mal que huelen mis amos. Me echaban la bronca porque me salían aires de esos con olor característico, mientras ellos se trapiñaban una fabada para cenar. Al entrar por la mañana en la habitación el suelo estaba lleno de moscas asfisiadas y aire se partía con la azada.
Otra cosa que me hace gracia de los amos es que siempre dicen que si no ladraré por la noche. Pero ¿y ellos? Os lo juro, he visto congregaciones de ciervos en celo subido berreando menos que ellos (y ellas). Lo del amo-Carlos no son ronquidos, son gritos hipo-huracanados. Pero además había una de las amas que ¡santa virgen de las perras! ¡qué bramidos! Y lo que hay que aguantar. Cada uno se asigna una cama propia y yo, claro, al suelo. Pero luego te levantas por la noche y ves al ama-Talma tirada en el suelo, maldurmiendo. Creo que lo hacen solo para fastidiar.
Y así transcurrieron los días. Ellos bebiendo, comiendo y trabajando, para luego comer y beber más. Y yo viendo como el amor de mi vida se me iba.
Los últimos días transcurrieron ya dentro de la normalidad. Nos fuimos a un sitio de esos donde el agua está salada y revuelta y huele a pez. Y yo pude tranquilizar todo el amor que llevo dentro con unos buenos baños fríos. Y los amos no pararon ni un sengundo en seguir bebiendo y comiendo. Santo perro patrón, qué barbaridad de humanos.
Bueno, os tengo que dejar que parece que el ama-Nuria ha dejado ya el guasap y dice que nos bajamos a La Cornisa. Por cierto, hay allí una perrita con un caracter que ¡aaaaaaaaaauuuuuuuuh!.
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