viernes, 19 de febrero de 2016

Asomados por el huerto (o lo que está pasando en el huerto durante este invierno)

Convento de San Francisco el Grande. Diciembre 2015. Dos frailes franciscanos rezan en una capilla barroca. Arrodillados frente al altar, el más mayor le susurra al oído al otro. Cantos gregorianos de fondo.
- Al hermano compañero de celda otra vez le están echando la bronca por asomarse por la ventana a mirar a los del huerto. Mira que le gusta mirar para allá abajo... Y no me extraña, porque, aun siendo invierno, lo tienen hecho un vergel. Qué romanescus, qué brócolis, qué coliflores... 
- ¿Y qué miraba, a las mozas o al chico guapetón que va siempre con la bici cargada de cachivaches? 
- No, esta vez no. Resulta que fue cocinero antes que fraile y dice que le llegaba un olorcillo muy rico a panceta, choricillos, morcillas... Parece que venía del huerto, pero no creo, porque allí solo crecen cosas verdes. 
-Para mí que está obsesionado porque hace lustros que no cata la carne ¿no es así, hermano...?

Bucarest. Enero de 2016. Casa proletaria de barrio obrero. Vestigios en un nosesabequé de épocas pasadas. El enviado del huerto de La Cornisa a tierras rumanas repasa en la cama las instrucciones concisas de su misión: “Hacer una célula internacional de La Cornisa”. La barba de tres días le pica en la cara. En la vieja radio suenan canciones romaníes de boda. Decidido a cumplir con su cometido se asoma a la ventana:
- Ufffff, otra vez nevado. Mañana ya si eso...

Parque de La Cornisa. Febrero de 2016. Pareja de seminaristas que ya aparecieron en otro relato. Los dos visten de negro. Uno con un jersey con cuello de pico, que le mal disimula su incipiente barriga. El otro, aún no lo sabe, pero llegará a ser arzobispo de Constantinopla. Hablan de los ejercicios que les han puesto en la asignatura “Vida, obra y milagros de los santos”. Un mirlo canta bajo los repollos tras comerse una oronda lombriz. Llegados a la altura del huerto, el seminarista embutido en jersey da un gritito ahogado.
- No te asomes. Démosnos la vuelta. Esto está lleno de pecado. Es un centro de perdición. 
- Voy a tener que rezar todo el fin de semana para que se me quite esa visión llena de lujuria...


Un maniquí deja mostrar con firmeza y frialdad sus curvas esbeltas. El maniquí espera que le vistan para convertirse en espantapájaros. Le gusta más este rol, es más divertido y no tiene que ofrecer su cuerpo para el mercadeo de ropa de moda. No entiende por qué dos hombres vestidos de negro corren haciendo aspavientos camino de la calle Jerte.

Huerto de la Cornisa. Enero de 2016. Un camión con grúa levanta en vilo la caseta. Cruje la cadena. Las ruedas del costado derecho se hincan en el suelo. Una gota de sudor baja por la mejilla de un esforzado hortelano. Una esforzada hortelana, espectante, clava sus uñas en las palmas de sus gráciles manos. El operario del camión masca un palillo mientras, conocedor de su trabajo, tararea un pasodoble. La caseta, descansa en su nueva ubicación, enderezada y bientrecha. El operario escupe al suelo y se quita el gorro de lana de la cabeza.
- ¡Vaya vistas más guapas que se os quedan ahora! Mira, mira, asomaros ¡el mejor atardecer de todo Madrid!

Bucarest. Febrero de 2016. La misma casa proletaria de antes. El celulista tiene los pies fríos. Se levanta y asoma la nariz por la ventana. Lavieja radio aburre con una canción. Nieva. 
- Mañana, ya si eso...

Huerto de la Cornisa. Diciembre de 2015. Dos esforzados hortelanos hacen una zanja. Pican en piedra una vez sí y otra también. Un grupo de gaviotas vuela sobre sus cabezas, pese a que los resultados electorales dicen que este año no volarán ni tantas ni tal alto. Una de Ávila canta a Víctor Jara con acento de Valladoliz. Cerca, el que sudará dentro de un mes cuando venga a mover el camión la caseta, también está allí. Intenta sacar un tubo por un hueco que comunica con un desagüe.
- Ya asoma, ya asoma (grita, tras el duro esfuerzo). ¡Tendremos mingitorio! 
- No hay nada como un buen drenaje (pensamos todos).

Huerto de la Cornisa. Febrero de 2016. Parece que hace frío, pero todavía no. Cuatro mozas se afanan en forrar la caseta con cajas de fruta. El objetivo es aislarlo del calor del verano. Y plantar una enredadera. Tiene pinta de que va a quedar muy propio, muy de huerto urbano. Los ajos extremeños al fin asoman; los ajos chinos hace tiempo que despuntaron. Una de las mozas quiere ser Robert Plant.

Bucarest. Marzo o abril de 2016. En la radio suenan noticias vulgares en esa lengua de raíz latina tan poco entendible. El huertano celulero sospecha que se va a asomar por la ventana y va a estar nevado. Está en lo cierto. Mañana, ya si eso, bajará a construir un huerto de La Cornisa rumano.

Huerto de la Cornisa. Febrero de 2016. El sol calienta; no hace invierno este invierno. En el compostador de uso público se han añadido hojas y se ha removido. Mucha gente trae sus residuos para ser compostados. Pero el candado se atasca, tanto como nuestro cerebro sin su dosis mañanera de café o té. El que esto escribe lee el marco propuesto por la Red de Espacios Ciudadanos. Mueve el entrecejo. Lee y relee, pues quiere saber qué es una iniciativa de gestión ciudadana. Remueve el entrecejo. Se pone bizco, suelta un exabrupto verbal.

Las Iniciativas de Gestión Ciudadana, configura una suerte de definición circular entre ambas, que viene de una fuerte interdependencia de los dos conceptos. Esa Gestión Ciudadana requiere del territorio que compone la suma de espacios abiertos a la confluencia de colectividades, culturas y expresiones sociales. Son lugares donde es posible construir una nueva experiencia de lo social doblemente demarcada. Por un lado, enfrentan la precariedad, la debilidad del lazo social, la dependencia económica y política, la mercantilización, la colmatación del espacio público y su sobrerregulación administrativa. Por otro, se nutren de la creciente riqueza de recursos inmateriales de la ciudadanía: redes, creatividad, formación, saberes, competencias...”

Ni por asomo ha entendido nada... Deja de leer y escucha: Se oyen azadas cavando en el bancal, la carretilla chirría llena de piedras, unos niños juegan en el montón de tierra, alguien invita a cerveza, se han sembrado tirabeques, la rúcula ya puede recolectarse, se charla sobre el pasado y el futuro... un aire fresco llega desde el noroeste, arriba y a la izquierda... Esto es más fácil de entender...

Huerto de la Cornisa. No dejes de asomarte por aquí. La música la pones tú.















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