Convento
de San Francisco el Grande. Diciembre 2015. Dos frailes franciscanos
rezan en una capilla barroca. Arrodillados frente al altar, el más
mayor le susurra al oído al otro. Cantos gregorianos de fondo.
- Al
hermano compañero de celda otra vez le están echando la bronca por
asomarse por la ventana a mirar a los del huerto. Mira que le gusta
mirar para allá abajo... Y no me extraña, porque, aun siendo
invierno, lo tienen hecho un vergel. Qué romanescus, qué brócolis,
qué coliflores... - ¿Y qué miraba, a las mozas o al chico guapetón que va siempre con la bici cargada de cachivaches?
- No, esta vez no. Resulta que fue cocinero antes que fraile y dice que le llegaba un olorcillo muy rico a panceta, choricillos, morcillas... Parece que venía del huerto, pero no creo, porque allí solo crecen cosas verdes.
-Para mí que está obsesionado porque hace lustros que no cata la carne ¿no es así, hermano...?
Bucarest.
Enero de 2016. Casa proletaria de barrio obrero. Vestigios en un
nosesabequé de épocas pasadas. El enviado del huerto de La Cornisa
a tierras rumanas repasa en la cama las instrucciones concisas de su
misión: “Hacer una célula internacional de La Cornisa”. La
barba de tres días le pica en la cara. En la vieja radio suenan canciones romaníes de boda. Decidido a cumplir con su cometido se
asoma a la ventana:
- Ufffff,
otra vez nevado. Mañana ya si eso...
Parque
de La Cornisa. Febrero de 2016. Pareja de seminaristas que ya
aparecieron en otro relato. Los dos visten de negro. Uno con un
jersey con cuello de pico, que le mal disimula su incipiente barriga.
El otro, aún no lo sabe, pero llegará a ser arzobispo de
Constantinopla. Hablan de los ejercicios que les han puesto en la
asignatura “Vida, obra y milagros de los santos”. Un mirlo canta bajo los repollos tras comerse una oronda lombriz. Llegados a la
altura del huerto, el seminarista embutido en jersey da un gritito
ahogado.
- No
te asomes. Démosnos la vuelta. Esto está lleno de pecado. Es un
centro de perdición. - Voy a tener que rezar todo el fin de semana para que se me quite esa visión llena de lujuria...
Un
maniquí deja mostrar con firmeza y frialdad sus curvas esbeltas. El
maniquí espera que le vistan para convertirse en espantapájaros. Le
gusta más este rol, es más divertido y no tiene que ofrecer su
cuerpo para el mercadeo de ropa de moda. No entiende por qué dos
hombres vestidos de negro corren haciendo aspavientos camino de la
calle Jerte.
Huerto
de la Cornisa. Enero de 2016. Un camión con grúa levanta en vilo la
caseta. Cruje la cadena. Las ruedas del costado derecho se hincan en
el suelo. Una gota de sudor baja por la mejilla de un esforzado
hortelano. Una esforzada hortelana, espectante, clava sus uñas en
las palmas de sus gráciles manos. El operario del camión masca un
palillo mientras, conocedor de su trabajo, tararea un pasodoble. La
caseta, descansa en su nueva ubicación, enderezada y bientrecha. El
operario escupe al suelo y se quita el gorro de lana de la cabeza.
- ¡Vaya
vistas más guapas que se os quedan ahora! Mira, mira, asomaros ¡el
mejor atardecer de todo Madrid!
Bucarest.
Febrero de 2016. La misma casa proletaria de antes. El celulista
tiene los pies fríos. Se levanta y asoma la nariz por la ventana. Lavieja radio aburre con una canción. Nieva.
- Mañana, ya si eso...
Huerto
de la Cornisa. Diciembre de 2015. Dos esforzados hortelanos hacen una
zanja. Pican en piedra una vez sí y otra también. Un grupo de
gaviotas vuela sobre sus cabezas, pese a que los resultados
electorales dicen que este año no volarán ni tantas ni tal alto.
Una de Ávila canta a Víctor Jara con acento de Valladoliz. Cerca,
el que sudará dentro de un mes cuando venga a mover el camión la
caseta, también está allí. Intenta sacar un tubo por un hueco que
comunica con un desagüe.
- Ya
asoma, ya asoma (grita, tras el duro esfuerzo). ¡Tendremos
mingitorio! - No hay nada como un buen drenaje (pensamos todos).
Huerto
de la Cornisa. Febrero de 2016. Parece que hace frío, pero todavía
no. Cuatro mozas se afanan en forrar la caseta con cajas de fruta. El
objetivo es aislarlo del calor del verano. Y plantar una enredadera.
Tiene pinta de que va a quedar muy propio, muy de huerto urbano. Los
ajos extremeños al fin asoman; los ajos chinos hace tiempo que
despuntaron. Una de las mozas quiere ser Robert Plant.
Bucarest.
Marzo o abril de 2016. En la radio suenan noticias vulgares en esa
lengua de raíz latina tan poco entendible. El huertano celulero
sospecha que se va a asomar por la ventana y va a estar nevado. Está
en lo cierto. Mañana, ya si eso, bajará a construir un huerto de La
Cornisa rumano.
Huerto
de la Cornisa. Febrero de 2016. El sol calienta; no hace invierno este
invierno. En el compostador de uso público se han añadido hojas y
se ha removido. Mucha gente trae sus residuos para ser compostados.
Pero el candado se atasca, tanto como nuestro cerebro sin su dosis
mañanera de café o té. El que
esto escribe lee el marco propuesto por la Red de Espacios Ciudadanos. Mueve el entrecejo. Lee y relee, pues quiere saber qué
es una iniciativa de gestión ciudadana. Remueve el entrecejo. Se
pone bizco, suelta un exabrupto verbal.
“Las
Iniciativas de Gestión Ciudadana, configura una suerte de definición
circular entre ambas, que viene de una fuerte interdependencia de los
dos conceptos. Esa Gestión Ciudadana requiere del territorio que
compone la suma de espacios abiertos a la confluencia de
colectividades, culturas y expresiones sociales. Son lugares donde es
posible construir una nueva experiencia de lo social doblemente
demarcada. Por un lado, enfrentan la precariedad, la debilidad del
lazo social, la dependencia económica y política, la
mercantilización, la colmatación del espacio público y su
sobrerregulación administrativa. Por otro, se nutren de la creciente
riqueza de recursos inmateriales de la ciudadanía: redes,
creatividad, formación, saberes, competencias...”
Ni
por asomo ha entendido nada... Deja de leer y escucha: Se oyen
azadas cavando en el bancal, la carretilla chirría llena de piedras,
unos niños juegan en el montón de tierra, alguien invita a cerveza,
se han sembrado tirabeques, la rúcula ya puede recolectarse, se
charla sobre el pasado y el futuro... un aire fresco llega desde el
noroeste, arriba y a la izquierda... Esto es más fácil de entender...
Huerto
de la Cornisa. No dejes de asomarte por aquí. La música la pones
tú.
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