Noche del 23 de junio. Las tribus bárbaras se congregan en la esplanada de la Cornisa, sedientos de fuego purificador. Tambores de guerra se escuchan aquí y allí, mientras poco a poco van levantando sus campamentos. Es el rito pagano de las hogueras del solsticio veraniego.
En el huerto, un retén de esforzados hortelanos corniseros esperan su hora. Hay que cuidar del castillo cueste lo que cueste. Guerreros escogidos de la república hortelana nos ayudarán en la defensa: placeros, adelfeos, tetuaneras, sanchitas, barajeros...Se masca la tensión. Se bebe cerveza de lo lindo y se come con ansia, porque no sabemos qué deparará el destino. Hay una calma tensa. Aún con todo nos atrevemos a confraternizar con algunos clanes allí congregados.
Pero comienzan las primeras escaramuzas. Hay que emplearse a fondo en las primeras embestidas
En el huerto, un retén de esforzados hortelanos corniseros esperan su hora. Hay que cuidar del castillo cueste lo que cueste. Guerreros escogidos de la república hortelana nos ayudarán en la defensa: placeros, adelfeos, tetuaneras, sanchitas, barajeros...Se masca la tensión. Se bebe cerveza de lo lindo y se come con ansia, porque no sabemos qué deparará el destino. Hay una calma tensa. Aún con todo nos atrevemos a confraternizar con algunos clanes allí congregados.
Primeras hogueras y ataques al huerto |
de ordas de suevos, alanos y turingios que con perseverancia
intentan aliviarse en las cercanías de la puerta principal de la
fortaleza; grupos dispersos de hermunduros se agolpan en la entrada
buscando similar descanso a sus vegigas. Incluso avanzadillas
individuales de longobardos intentaban atacar lanzando por encima de la
muralla aquéllo que les sobraba del festín.
Se
combate con arrojo y valor. Pero las fuerzas flojean. Los efectivos son cada vez menores en nuestro lado. La brigada principal del huerto tiene que abandonar el frente de batalla cuando la cosa se ponía más
chunga. Hay que parapetarse entonces en la entrada principal. Se da por perdido el frontal principal del huerto ante el ataque insistentes
de chorras licuosas que segregan su amarillo líquido sobre nuestros
bancales laterales. En el flanco sur las composteras hacen lo que pueden para atajar los cientos de orines que les son depositados en su vera.
Pasan las horas y las embestidas son cada vez
mayores y más furibundas. En la cercanía, un sillón sirve para
alimentar las llamas de un campamento burgundio. Nuestros efectivos sevan reduciendo aún más.
Las embestidas eran cada vez más furibundas |
A
las 3,30 sólo quedan Manu y Carlos. Se conjuran entonces a sus dioses
domésticos: si hay que morir por el huerto, se muere, pero en
esa noche no iba a ocurrir. Cuando a las 6,30 parece que todo está perdido, las legiones romanas hacen acto de presencia y, solo con el
resplandor de sus armaduras, dan final a la bárbara bacanal
sanjuanera.
Hemos salido vencedores. Pero aún con todo ha habido bajas. Nos han chingado las tapas de los compostadores. Una avanzadilla de ostrogodos entró por el flanco sur, llevándose consigo parte de la empalizada y mutilando las composteras.
Hemos salido vencedores. Pero aún con todo ha habido bajas. Nos han chingado las tapas de los compostadores. Una avanzadilla de ostrogodos entró por el flanco sur, llevándose consigo parte de la empalizada y mutilando las composteras.
Hemos
aprendido un par de cosas al menos para el año que viene. Yo, al menos, propongo
electrificar la valla y meter dentro perros hambrientos (lo sé, nunca
llegaré a concejal).
Hoy, el aspecto de la Cornisa no se
parece en nada al que había ayer por la noche. Todo está limpio, hay
silencio. Tan solo es apreciable la batalla en pequeños círculos
quemados que quedan, aquí y allí, en el suelo. Los árboles se oxigenan
tras la experiencia de soportar humos negros; nuestras plantas se
reponen del nitrógeno extra recibido de los sistemas excretores del
personal; el estornino canta sobre el tejado del centro de mayores.
Manu y Carlos se felicitan tras la victoria |
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